miércoles, 19 de diciembre de 2007

Articulación: Teoría y Praxis (I parte)

Miles de estantes se llenan año a año en las bodegas de universidades alrededor del mundo, millones de dólares se invierten en proyectos que pueden ir desde la magnificencia del hallazgo de un nuevo templo asirio cubierto de riquezas, a la aparente insignificancia de unos desechos líticos mal conservados en el bosque del sur chileno datados en 5 mil años. Informes de excavación abundan en los diferentes ministerios y consejos patrimoniales de las más diversas naciones, y sin embargo ¿por qué? ¿Qué es eso tan fuerte que atrae los esfuerzos de gente en todas partes? ¿Qué es la arqueología y para qué sirve? Decir “el pasado” cae casi de perogrullo, así y todo, gran parte de la respuesta está ahí contenida.

A lo largo de la historia, los seres humanos han presentado un interés por conocer las vidas de aquellos que los precedieron; se identificaban lugares y objetos con tiempos distintos y humanidades pasadas, indisociando el paso del tiempo de los espacios a los cuales afectaba. Durante la edad Media, hachas de piedra de poblaciones neolíticas eran conocidas como “piedras de rayo” a la vez que los bosques estaban encantados, poblados de seres de tiempos míticos. En los Andes, a la llegada de los españoles, muchos grupos creían que otros grupos vivían en otros tiempos debido a su forma de vida y a la historia particular de dicha población inscrita en la oralidad y diferentes soportes materiales como textiles, construcciones, etc. Con los tiempos modernos se produce un fuerte cambio, y es que esta noción de tiempo inseparable del espacio, cambia en función de una noción cientificista y evolucionista de la historia, en donde tiempo y espacio son reconocidos como entidades absolutas; susceptibles de ser medidas y divididas en partes iguales, reconociendo además la linealidad e irreversibilidad del tiempo. Ya no es posible como en los Andes o la edad Media la co-existencia de tiempos discontinuos en espacios discontinuos, sino que, al revés, el espacio y el tiempo son continuos, y por ende, es necesario establecer discontinuidades en ellos en pos de una racionalización y manejo efectivo. ¿Qué tiene esto que ver con la arqueología y para qué hacemos arqueología?

Como disciplina, la arqueología tiene sus raíces en la modernidad más profunda, en ese proceso histórico que va desde el siglo XV al XIX, y es dicho proceso el que generó nociones de espacio y tiempo absolutos, objetivos, continuos y cuantificables. Ahora bien, esta idea de cambio en espacio y tiempo no refiere sólo a una idea abstracta, casi metafísica como se puede llegar a entender incluso, sino más bien, tuvo efectos tangibles, los cuales se pueden numerar. La arqueología como fruto de la modernidad, implicó el interés por el pasado. Un fuerte énfasis nacionalista adquirió esta empresa de reconstrucción, ejemplos claros son los precursores como Kossina. Esta arqueología encargada de la recopilación de materiales para enaltecer el progreso de la época y la nación, ha sido denominada como “anticuarista”, en donde el interés estaba ligado a la posesión del material más que nada. Intentos someros de delimitación temporal y espacial para los datos recabados, significaron los primeros esfuerzos investigativos.

No obstante la arqueología posee una trayectoria de larga data, y los distintos tiempos en que esta se ha desarrollado, también han contraído nuevas formas de pensar los datos, además de distintas maneras de dar con ellos y trabajarlos. Estas maneras de pensar están en gran medida relacionadas a las diferentes teorías que en alguna época tienen su apogeo, tales como las propiamente arqueológicas Historia Cultural, Nueva Arqueología o Arqueología Social Latinoamericana (la cual trataremos en una próxima entrada).

Pero esta construcción del pasado está ligada a cómo se interpreta, a esta forma particular que tenemos de volcar nuestra mirada hacia los objetos materiales y desarrollar interrogantes. El pasado por tanto, forma parte del presente, pues es en este marco temporal en donde pensamos las realidades que nos precedieron.

Esta construcción por tanto, requiere de marcos teóricos que nos conduzcan por este tránsito interpretativo, a fin de cuentas, es a partir de un corpus de ideas establecido que damos sentido a la cultura material, y empezamos a observar estos elementos dentro de un contexto pasado, participando de dichas esferas de realidad y mostrándose como constructos efectivos de sujetos y grupos sociales.

De esta forma, si la teoría dialoga – o la hacemos dialogar- con los datos que recabamos en una excavación, definiremos a la teoría como filosofía y praxis para nosotros los arqueólogos. En el cuadro que presentamos podemos ver cómo la teoría articula la esfera de producción de conocimiento en arqueología. De esta manera notamos que en un juego dialéctico, tanto la producción científica que realizan los arqueólogos en base a un método estandarizado que permite contrastar hipótesis, y poner a prueba los elementos utilizados para construir la prehistoria, la teoría es la encargada de determinar tanto el orden de los pasos metodológicos como las interpretaciones que realizamos respecto a los datos. Es de hecho esta interpretación la que más tarde se transforma en explicación, o información, sobre la prehistoria.

Sigamos este proceso dialéctico: La teoría como vemos, permite que nos formulemos preguntas sobre el registro arqueológico, la cultura material, el contexto arqueológico y la cultura en general. Los que no pueden sino ser recabados detenidamente mediante un conjunto normado de procedimientos e ideas que guíen el trabajo arqueológico. Esto es a grosso modo, hacer ciencia, o conducirse bajo un método científico. La arqueología utiliza este método, para contrastar las preguntas que surgen con la teoría, y utiliza estos medios para estas preguntas vuelven en este circuito a “Prehistoria”, cuando son respondidas.

Sin embargo, estas consideraciones expuestas conllevan necesariamente una perspectiva filosófica sobre lo que es la realidad, la ciencia y su proceder; formando modelos de conocimiento que, desde una formación epistemológica, ontológicas y método-lógica, permita articular la teoría con el método y los datos. Dicha vinculación es una problemática crítica en la arqueología, y de la cual, nosotros como estudiantes, debemos hacernos cargo y no darla como algo ya dado. Sobre esta problemática reflexionaremos más profundamente en la próxima entrada.

1 comentario:

Unknown dijo...

Me parece muy buena la idea de compartir conocimientos por medio de la red, así todos podemos tener acceso a información sobre distintas áreas, y de esta manera, al existir el espacio para la interacción, como el blog, se pueden generar discusiones provechosas.
Saludos, y sigan con esta iniciativa